Llevamos toda la vida escuchando que en
la vida se dan ciclos que van reproduciéndose.
Hace
apenas 8 años, nadie imaginaba la que se avecinaba, y nadie podía intuir que
España pasaría en apenas una década de ser un país receptor de inmigrantes a
ser nuevamente un país de emigrantes.
La necesidad de mano de obra extranjera
a partir del año 2000 para atender las necesidades de nuestro explosivo mercado
laboral en pleno y efímero boom inmobiliario, y que motivó sucesivos procesos
de regularización de inmigrantes, parece hoy un espejismo.
Digo esto porque ahora “que nuestro
sistema laboral no puede absorber el excedente de mano de obra nacional y
extranjera” no debemos bajar la guardia y permitir que se manipule la realidad
y se carguen las tintas contra los más inocentes. La falta de previsión de los
sucesivos gobiernos y una política de extranjería de parches y sin rumbo es la
responsable de la situación actual y a ellos es a quien deben exigírseles
responsabilidades.
Durante la tramitación de las últimas
reformas de la Ley de Extranjería, se rumoreaba que se trataría de regular “la
inmigración circular “, para facilitar la salida temporal de extranjeros y
permitir su regreso ante determinadas coyunturas laborales y económicas. Sin
embargo, más bien lo que se ha conseguido es que “circule la inmigración…,
incluida la de los españoles“.
Lo que realmente se ha hecho es forzar
la salida de muchos extranjeros residentes, que cayeron en irregularidad
sobrevenida por caer irremediablemente en situación de desempleo, que quedaron
sin recursos para poder seguir pagando las hipotecas que los bancos alegremente
les dieron y que hoy alegremente les desahucia. Y también forzar la salida de
muchos nacionales, especialmente los jóvenes, en busca de un presente que en
España ya no tienen.
Por ello sirva esto para reflexionar sobre
aquello de que los ciclos se repiten y que España vuelve a ser un país emisor
de emigrantes, que quizás nosotros mismos o nuestros hijos tengan que emigrar
en busca de un futuro.
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